Casi llevamos un año con la pandemia, confinamientos y restricciones. Y además del drama sanitario que están sufriendo muchos afectados y la tragedia tan grande que está suponiendo la pérdida diaria de vidas, se está produciendo un impacto cultural enorme en la sociedad.

El cual se ve reflejado, casi por completo, en tecnologías digitales que teníamos a nuestro alcance y que se encontraban infrautilizadas. La posibilidad de tener un plan b, para muchas de las actividades que desarrollábamos antes nos ha salvado de una situación más compleja todavía.

De tal manera el consumo de contenidos digitales se ha disparado de forma enorme. No solo a través de plataformas de streaming de cine y series, sino también en lo que tiene que ver con la comunicación social, a través de las redes sociales, así como las comunicaciones por videoconferencia.

El cambio ha acelerado en algunos casos los procedimientos burocráticos excesivamente lentos que ahora se gestionan de forma casi inmediata, con un empujón enorme en lo relativo a la expedición de documentos oficiales, firmados con certificados digitales.

Otro ámbito enormemente impactado ha sido el del comercio, en el que su cambio a electrónico ha pasado de ser una opción alternativa a la única opción. Algo que ha empujado también a los compradores, haciendo que desaparezcan muchas de las dudas que les generaba adquirir determinados productos o servicios a través del comercio electrónico.

Cuando la mayoría de la actividad de una sociedad es digital, ya sea porque no queda más remedio o por la inercia generada en el uso de la misma, es cuando más importante resulta utilizar las herramientas de marketing digital, entendiendo cómo actúan los usuarios en este escenario y sabiendo impactar para conseguir los objetivos.